Los partidos políticos españoles se niegan a admitir lo que muchos pensadores les advierten: que, para evitar el hundimiento imparable de su prestigio e imagen, el incremento de la corrupción y del despilfarro hasta límites insostenibles y la ruína del sistema político, al que llaman "democracia" sin serlo, necesitan realizar urgentes reformas que les reconcilien con la ciudadanía, la ética y la democracia.
El deterioro de la imagen de los partidos es tan grave que, de ser considerados en el pasado como el núcleo de la democracia y el instrumento imprescindible para la participación de los ciudadanos en la política, han pasado a ser vistos ahora como grupos casi mafiosos donde anidan elites obsesionadas por el poder, cuadros profesionalizados aferrados a sus privilegios y una creciente población de corruptos, todos ellos ignorando que el servicio a la sociedad debe prevalecer sobre los intereses propios y del partido.
Los partidos políticos, mientras sigan obsesionados por el poder, sin practicar la democracia interna y sin controles éticos que obliguen a sus militantes a respetar las reglas de la democracia y a sus dirigentes a ser impecables, serán cada dia más un anacronismo en caída libre, que avanza en contra de las corrientes de la historia.
Sólo si respetan un código ético estricto que les preserve de la corrupción y de la indecencia, los partidos políticos, a pesar de su aparente poder, podrán evitar el desastre que se les avecina: ser erradicados por los ciudadanos como una plaga maliciosa de la Humanidad.
Por Francisco Rubiales.
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