La semana pasada se cumplieron 100 años del nacimiento de Rafael Romero en Andújar, aunque algunos dicen que fue alumbrado en Huelma. Desde niño se dedicó a cantar en las bodas, bautizos y fiestas organizadas por los señoritos de la comarca, en los que artísticamente se le llamaba "El Gitanillo", y donde llegó a cobrar diez duros, por cada actuación. Más tarde fue conocido como El Gallina, por la costumbre de cantar la popular canción La gallina papanata, apodo que ya le acompañó durante toda su vida.
Terminada la guerra civil fija su residencia en Madrid en unos años difíciles y allí van llegando, poco a poco, el resto de su familia, que intentan buscarse la vida en la capital. En esos años de postguerra Rafael Romero frecuenta los colmaos flamencos madrileños, principalmente Los Gabrieles y Villa Rosa, lo que le permite conocer a personas del mundo flamenco como lo fueron José Cepero, Juan Mojama , Bernardo el de los Lobitos, etc. Pero, sobre todo, hubo una persona, a la que conoció también en esa época, que influyó mucho en la carrera artística de Rafael Romero como fue Perico el del Lunar, gran guitarrista y con un conocimiento extraordinario del flamenco. En efecto, el del Lunar ayudó mucho, con su dirección y consejo, al cantaor de Andújar, como Rafael mismo llegó a reconocer más tarde. Con el guitarrista jerezano ingresa en Zambra, prestigioso tablao en donde actúa hasta la fecha de su cierre en el año 1975, alternando con figuras como Pericón de Cádiz, Juan Barea, Pepe el Culata, Bernardo el de los Lobitos y Rosa Durán entre otros. Los últimos años de su vida fueron difíciles, muriendo en el más incomprensible olvido. Desde aquí, queremos recordarle en uno de los cantes donde su voz alcanzó más brillo, la Caña.
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