miércoles, 3 de noviembre de 2010

¡Había una vez... un circo!


Ya he leído algún resumen del año, pero este de Enríque Martín de Toros 6 Grada, me parece acertadísimo y muy descriptivo.

¡Había una vez... un circo!

Un circo que repartía alegría y felicidad a diestro y siniestro. Un engendro entre el “Circo de Manolita Chen”, por su casticismo, y el “Cirque du Soleil”, por eso de no incluir fieras en su repertorio. Allá por febrero y marzo nos amenazaban con su nuevo montaje para la temporada: “Tauromágicos”. Ahora lo ves, ahora no lo ves y ¡tacháaaaan! te la vuelven a colar.


Si hacemos caso a los profesionales y especialistas del volatín, cucamona y malabarismo, el éxito no ha tenido precedentes. No hay que tener en cuenta que entre Sevilla y Madrid se sumaran casi sesenta funciones entre abril y mayo y que el público se aburriera y en ocasiones se cabreara como una mona. En Sevilla irrumpió un tal Oliva Soto al que el respetable acogió entre grandes esperanzas, pero al que los empresarios y artistas de este circo de “Manolita Soleil” le mandaron ipso facto a limpiar la jaula de los elefantes. Parecido a lo que en Madrid sufrieron dos secundarios de la función, un tal Arruga y un tal Casanova, que un poco más y les destierran al oasis de Siwa.


Pero estaba muy pensado este tinglado de “Tauromágicos” para que no se consiguiera que saliera bien. La gran estrella del trapecio Pinito del July iba a demostrar lo que se puede hacer con un trapo y un palo en la mano. El hombre que más vueltas da en rededor suyo sin perder el sentido, al compás de un animalillo que va detrás de una tela de color rojo. Y no acaba ahí la hazaña, porque este mismo ejercicio ha sido capaz de repetirlo en varios escenarios, sin cambiar ni un punto, ni una coma. Cada ejercicio era un clon del anterior. Eso sí que es para enmarcar. Una vuelta y otra y otra más, hasta conseguir hipnotizar a toda la concurrencia. Bueno a todos no, había algunos que decían que tenía truco, ¡sabrán ellos! Que bajen ellos a dar esos volatines veleteros sin tan siquiera tambalearse.


Aunque no ha sido éste el único genio que ha esparcido su magia por el mundo. ¿Quién se puede olvidar de la velocidad de las frenéticas carreras del Fandi…ni. Directamente del circo de Monza, para todos los públicos de España, Francia, Portugal y América. Velocidad y precisión perfectamente conjugadas. El grande, la reencarnación del hombre bala, capaz de alcanzar unas velocidades estratosféricas y además atinar en lo alto del lomo de un animalito, negro generalmente, que no llegaba a ver de donde le caía el rayo de su arte.


Los increíbles 7 Grandiosos, o como se anuncian por ahí, los G7, los acróbatas más esperpénticamente acoplados en pos de un interés común, común a ellos solamente, pero común. Con sus ejercicios de prodigiosa elasticidad para encajar donde les pongan y su increíble capacidad para obnubilar hasta a los señores ministros del gobierno. Ahora estoy aquí, pego un salto con un escalofriante volatín y me planto en el Ministerio de Cultura en un abrir y cerrar de ojos; que ahora estamos con la ministra y ¡voilà! Pues ahora me planto en un hotel cercano para dar una rueda de prensa casi en la clandestinidad y sin que se note que les acaban de dar una larga cambiada digna del mismísimo Rafael el Gallo. Y que conste que en estas giras de entrevistas osan actuar sin red. La lástima es que estos “shows” sólo son para disfrute de unos pocos privilegiados, ministros, ministras y otras autoridades de alto nivel.


Y todo esto vigilado por el ojo que todo lo ve, con la majestuosidad propia de los elegidos, por aquel que este año ha celebrado que ha alcanzado la cifra de… ¿de cuántas? No sé, pero han sido muchas corridas del Maestre Ponce, el califa de Chiva, el que ha reinventado las artes circenses, el que ha conjugado riesgo, arte, estética y un excelso sentido de la precaución.


Luego también ha habido algunos que no podrán tener nunca el privilegio de actuar bajo la carpa de este “Cirque du Chen” y nunca serán adornados con el título de Tauromágico, esos son un tal Mora, un acabado que hay que apartar, un nefasto Cuadri, que pretende criar un animal poderoso, con presencia y que se ha acercado mucho a un espécimen que llamábamos toro de lidia, Frascuelo, ese que sólo hace gracia a unos absurdos de su pueblo, Madrid y otros que han ido sobreviviendo en este circo como han podido y que en una tarde, acompañando a ese acabado de Juan Mora, puede que se hayan autoexcluido, Curro Díaz y Morenito de Aranda. Y que conste que no me he olvidado de ese José Tomás, pero una mala tarde la desgracia nos lo quitó de repente para el resto de la temporada. Habrá que esperar todavía más de lo que llevamos esperándole.


Como guinda y plato fuerte, no podían faltar los payasos, pero cosas de las modernas performances, éstos no saltan a la arena para hacer las delicias del respetable. En el Cirque de Chen al Soleil, los payasos son los que están en los tendidos y a los que se le quiere cerrar la boca a toda costa; hay que tener en cuenta que en un espectáculo de alegría, jolgorio y titiriteros no caben unos vociferantes señores que se empeñan en descubrir el truco, por muy evidente que este parezca. Eso sí, en el momento en que entregan su dinerito al dueño del local, no le ponen ninguna pega y es más, le intentan convencer de que ya no va a haber más trampa y que lo que van a ver va a ser “El mayor espectáculo del Mundo”.


No sé, pero visto lo que ha dado de sí la gira de “Tauromágicos”, casi parece mejor haberse quedado fuera del espectáculo y convertirse en un ente marginado no apto para este circo. Parece que sólo tiene porvenir aquel que se apoya en la trampa y en la vulgaridad. Y es que tal y como están las cosas, esto no hay quien lo entienda. A mí me queda una duda, y es que si los que tanto alboroto montan con este espectáculo, ¿realmente disfrutan? De que se divierten no me cabe duda, pero... ¿disfrutan? De momento sólo queda esperar al nuevo “show” del “Cirque de Manolita al Soleil del Chen” aunque que nadie se haga muchas ilusiones y que no espere grandes cambios.

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