Foto de Juan Pelegrín y publicada en http://www.las-ventas.com/
De lo visto por el que escribe, y con el permiso de Paula y Morante, recuerdo esas verónicas templadas de Cepeda o las de magnífica interpretación de Pauloba. Se detenía el tiempo. De lo no visto, y poniendo a funcionar la imaginación, me quedo con unas leídas de una crónica de Corrochano: “Quise ver reloj en mano lo que tardaba en dar un lance de capa Gitanillo de Triana. Y cuando miré el reloj, el reloj se había parado. Entonces pensé si acaso no era el tiempo el que se había parado. Porque en aquel instante se había parado el toro, el toro que es fuerza, delante de tan débil obstáculo como un capote de seda (…) Dime Curro Puya, ¿Se te para el corazón cuando toreas? Porque ayer creo que se paró el mío viéndote torear”.
Pero volvamos a la realidad. Ceñido, airoso. Abriendo el compás. Acompañando la embestida, metiendo los riñones. Desmayando los brazos, encajando la barbilla. Rompiendo las muñecas. Hundiendo las zapatillas en la arena. Así es como recibió Curro Díaz a su primero ¡Toreo del bueno! ¡Toreo a la verónica!.
Por Victor Arrogante. Feria de Valdemorillo 2010.
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