viernes, 3 de febrero de 2012

SELLO PERSONAL


El otro día hablé de toreros. Hablé de cuando Antonio Ordoñez le daba una alternativa a un joven torero emergente y luego se la confirmaba en Madrid con una del Conde la Corte o de Pablo Romero, hablé de la tarde del 83 en la que un Manzanares padre más ido que nunca se las vió con una de Miura en la feria de Julio, de aquellas bravas corridas que el paleto de Victorino ha mandado a Madrid, de Bastonito y la vergüenza torera de César Rincón, que cogió la distancia donde la había dejado el Antoñete de los tres paquetes de tabaco. De las despedidas del maestro del mechón blanco. De aquel capote de Rafael en Jerez, Sevilla y en la tarde del de Benavides, que tenía al lado a un cojo que quería tirarle su muleta. De aquella otra de un San Miguel sevillano, en la que Curro después de que se hubiese ido el caballo de picar se fue para el toro de Ramón Sánchez y le endiñó tres verónicas, la media y la banda se puso a tocar. De aquella faena de José Fuentes en Granada de la que se conserva ese trincherazo tan sublime. De la despedida de Manolo Vázquez con aquel Nerva y su toreo a pies juntos. De un inicio de faena en un otoño en Madrid en la que Curro Vázquez se salió para la raya andándole al toro con una torería fabulosa, inicios de faena que magnifica su paisano Curro Díaz, que como dicen los gitanos "merecía ser calé na más por como toreó en Sevilla en San Miguel". De aquel capote de Morante en San Isidro que todavía perdura en su ruedo. De aquellas verónicas de recibo de Manolo Cortés en el festival de Andrés Vázquez en las Ventas. De aquel festival en Marbella con Diego Puerta y su sevillanía. Del valor y el afán de superación de Padilla.
Sin darnos cuenta habíamos hablado de TOREROS, de los que te hacen soñar con esto, ni mejores ni peores, sólo toreros con su sello personal.

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