Juan Arolas.
En el Logroño de principios del siglo XXI se desarrolla esta obra, en la que Enrique Poncini y David Fandili, bellos muchachos toreadores ricos y muy aplicados, son contratados por don Osquini Choperini el cual tiene compradas dos corridas de toros a don Victoniano de Ríonino y a don Alavaritito Domecqui el de Torrestrelli, los cuales no pierden la esperanza de que Poncini y Fandilini las toreen a costa de cualquier cosa. Choperini al ponerse en contacto con los bellos muchachos toreadores cierra felizmente para todos el trato, no sin antes concretar quién hará las veces del barbero Fígaro. Una vez pertrechada la ultranza en el campo todos se miran con simpatía y ríen por el trabajo bien hecho. Pero la mala fortuna hace que el afeitado de uno de los de don Victoriano y otro de don Alvaritito despierten sospechas y sean dictaminadas como fraudulentamente manipulados. Fígaro lo quiere arreglar con una moneda de oro pero no cuela y de este modo se acuerda sancionar a don Victoriano y a don Alvaritito con una multa de más de 6.000 euros a cada uno y con la prohibición de participar en festejos taurinos en la Comunidad Autónoma de La Rioja durante el plazo de dos meses.
Enrique Poncini repite en el asunto de los toros 'afeitados' en Logroño y David Fandili entra a formar parte de una nómina de bellos muchachos toreadores cada vez más amplia: entre los que destacan 'El Julini', 'El Cidini', José Tomasini, César Jimenini, Miguel Báez 'Litrini', Salvador Vegini, Miguel Ángel Pererini, Morante de la Pueblini y Rubén Pinarini. Entre los ganaderos, los hierros sancionados han sido Puerto de San Lorenzini, Lagunajandini, Loreto Charrini, Manuel San Romani, Vegahermosini, El Tajo y La Reininina, ésta última con cuatro sanciones firmes en menos de tres años.
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