miércoles, 21 de julio de 2010

LUCIÉRNAGAS: ...Y DESPUÉS DE NAIDE, ANTONIO FUENTES


Antonio Fuentes es uno de los espadas que doctorado a finales del siglo pasado, supuso un puntal decisivo en el rumbo de una tauromaquia que se decantaba hacia la estética. Su impulso y aportación en este sentido llegó hasta el punto, de que ha pasado a la historia como Fuentes o la suprema elegancia.
Fuentes nació el 15 de Marzo de 1869 en Sevilla y fue bautizado en la parroquia de San Román. Se vistió de luces por primera vez en Guillena el 16 de agosto de 1885. Tomó la alternativa en Madrid el 17 de septiembre de 1893 de manos de Fernando El Gallo, que le cedió el toro Corredor, de la ganadería de José Clemente. Desde ese día y hasta su retirada, en 1908, se mantuvo en la máxima categoría; siendo considerado torero de toreros. El propio Rafael Guerra Guerrita, diestro coetáneo que impuso su ley en aquella época, llegó a decir: “Después de mí, naide, y después de naide, Antonio Fuentes".
El torero, muy admirado por varios artistas de su época, mantuvo estrecha amistad con Benlliure, quién le regaló la escultura -La última vara-, Natalio Rivas, María Guerrero y la infanta Isabel, conocida popularmente como La Chata. En América contó con un cartel sobresaliente, fundamentalmente en México. Así, situado junto a la plaza de toros de Ciudad de México, se le erigió una estatua en 1945 realizada por Alfredo Just en la que un esbelto Antonio Fuentes burla la embestida de un morlaco con las banderillas en la mano.
Según la mayoría de los tratadistas, Fuentes aportó a la Fiesta suma belleza en los lances, elegancia en banderillas con las que fue un consumado maestro, y armonía con la muleta. Otra de sus facetas menos conocida fue la de ganadero de bravo. Su hierro, con divisa verde y blanca, tuvo procedencia Saltillo, Murube y Moreno Santamaría.
El torero sumó una gran fortuna y así, con el rumbo que le caracterizó durante su carrera en activo, se mostró en su retirada. Entre sus propiedades, Fuentes poseía la popular finca de La Coronela, donde mantuvo ganadería de bravo propia, una finca que vendió a Ramón de Carranza (alcalde de Cádiz) en cuatro millones de pesetas en 1935, todo un capital con el que dio estudios a sus hijos, a los que dejó 350.000 pesetas para cada uno. El diestro además de levantar varias empresas en La Puebla de Cazalla, también compró la famosa casa de Bécquer de Sevilla, situada en Conde de Barajas, donde falleció y donde también nacieron todos sus hijos y nietos.

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