Sí, es cierto: a veces nos tiemblan cosas. Y no solo los párpados, del estupor; también los lagrimales cuando es alguien como el maestro de Algeciras quien convoca a las musas, coquetea con ellas y las invita a cenar. Dice sufrir aún con la música, con la responsabilidad, como con un mal dolor de muelas. Si ello es verdad, y aunque solo sea por puro egoísmo, esperemos que todavía siga pasando muy malas noches sobre el escenario. Sus padecimientos son, desde el otro lado, regocijo puro.
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