El personaje de la foto, el mismo que en el video está detrás del gran don Antonio y que está viviendo su cante como si de él mismo se tratara, no es sino Curro Mairena, el hermano del inolvidable Antonio.
Nunca se dedicó profesionalmente al arte y sólo cumplido ya el medio siglo de vida actuó algo en público de la mano de su hermano, principalmente en los festivales veraniegos, destacando sobre todo en el cante por siguiriyas. Cuentan que en una fiesta, auspiciada por la Condesa de Chiris, en la sevillana Venta Marcelino, se dieron cita: Curro Mairena, Manuel Mairena, La Perla de Cádiz, su marido Curro las Gambas, María Vargas, Trini España (bailaora) y el Poeta (guitarrista). Estaban presentes altas autoridades hispalenses que eran los agasajados. Corría el año 1959. Cantó Curro Mairena por siguiriyas a los acordes de «El Poeta» y bailó Trini España. Hizo los cantes de Manuel Torre, Joaquín la Serna y José de Paula, de tal manera que produjo la conmoción de los presentes. La Perla presa de arrebato, mordía histéricamente a su marido y lloraba ebria de satisfacción; Trini España bailaba a sacudidas, como electrizada y el tocaor «El Poeta», cuando acabó Curro de cantar con lágrimas rebeldes brotándole de los ojos, exclamaba: «¡Señores, en tantos años como llevo en ésto nunca habla oido cantar así por siguiriyas!».
Curro Mairena estaba convencido de que las familias gitanas del cante habían sido fundamentales en la conservación y transmisión de lo jondo. "Hay que tener una herencia en la sangre pa ser puro", decía, añorando los tiempos pasados en que él pudo oir cantar a gente como Pastora y Tomás Pavón, Joaquín el de la Paula, Juan Talega, Manolito el de María y tantos otros. Con su muerte desapareció no sólo un buen cantaor, sino también un hombre fundamentalmente bueno. Cuantos le conocieron, le respetaron y consideraron profundamente.
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