jueves, 30 de septiembre de 2010

ELLOS DECIDIRÁN SU FUTURO Y EL DE LA TAUROMAQUIA



En la época mediaval comienza la tradición de correr a los toros para festejar bodas, coronaciones, bautizos, victorias en batallas, homenajes fúnebres, canonización de santos etc... Este entretenimiento, solí­a ser practicado a caballo por la nobleza e imitado a pie por el pueblo llano. En sitios como en la Plaza Mayor de Valladolid ya a partir de 1619, en la de Madrid o en el parque de Buen Retiro, se solí­an practicar torneos medievales donde caballeros se enfrentaban entre sí­, y más tarde, se soltaban toros que eran alanceados. En estos torneos se valoraba el toreo a caballo, que por definición era como lo realizaban los aristocráticos. La acción auxiliar que podí­an hacer los plebeyos para llamar la atención al toro, no merecí­a ninguna mención por parte de los cronistas oficiales. En 1567, el Papa Pio V emitió la bula De Salutatis Gregis Domici, en la cual prohibí­a los espectáculos taurinos. La Iglesia amenazaba con excomulgar a los que desobedecieran al papa y en no enterrar en tierra sagrada a los que murieran en estas prácticas. Sin embargo, se hizo caso omiso de esta orden papal, y su vigencia duró poco. El Papa sucesor, Gregorio XIII, con la bula Nuper Siquidem, en 1575, consentí­a de nuevo correr a los toros, ya que según le habí­a informado el rey Felipe II, correr a los toros era muy beneficioso para sus reinos. En 1700, llegó a España la dinastí­a borbónica, con el rey Felipe V. El motivo de su llegada, se «festejó» corriendo a varios toros. Procedente de una corte parisina mucho más avanzada y refinada que la castellana, consideró el espectáculo una fiesta de mal gusto, que sólo daba mal ejemplo al pueblo. La nobleza castellana pudo acceder a unos nuevos usos y costumbres traí­dos por Felipe V, y de esta manera, los nobles abandonaron el toreo, considerado una costumbre castiza y medieval, y adoptó un comportamiento aburguesado y más refinado.

Entonces, la plebe continuó la fiesta a su manera, casi siempre sin caballos, ya que resultaba un animal demasiado costoso para esas gentes. A partir de este momento empezó a configurarse el toreo como hoy lo conocemos, en que el protagonista es un hombre que torea a pie. Aunque la dinastí­a real intentó terminar con estas prácticas, tuvo que ceder y permitirlas debido al fuerte arraigo entre los españoles. Es durante el reinado de Carlos III (1759-1788) cuando se empiezan a construir las plazas de toros. El inventor de la corrida moderna fue Joaquí­n Rodrí­guez Costillares (1743-1800), empleado del matadero de Sevilla, como toda su familia. Organizó las cuadrillas de toreros, los tercios de la lidia, el toreo de capa y la verónica, mejoró el uso de la muleta e inventó el volapié. El primer tratado de tauromaquia fue escrito en 1796, por José Delgado Guerra "Pepe Hillo", un discí­pulo de Costillares. Cuando llega el siglo XIX, los toreros son famosos entre el pueblo y son recibidos en las cortes del rey como héroes. El rey Fernando VII abrió las escuelas de tauromaquia, desde donde se promocionó la tauromaquia que hoy conocemos.

En el siglo XX, en la década de 1910 a 1920 se desarrolla la llamada Época Dorada de la tauromaquia, protagonizada por la rivalidad profesional entre Juan Belmonte y José Gómez (conocido como «Gallito» o «Joselito»), que inauguraron el camino hacia el toreo moderno. Así mismo un 5 de julio de 1928 se estrenaron los petos de los caballos, fue en Santander durante la Feria de Santiago. La colocación de una defensa para los jamelgos utilizados para picar a los toros fue impuesta por el general Primo de Rivera. En 1927 se hicieron pruebas en algunas plazas del país y en el 1928 se estrenó en todos los cosos. En 1831 se generalizó su uso. Posteriormente a la Guerra Civil Española se produce un auge en el mundo taurino, especialmente gracias al surgimiento de la figura de Manolete, si bien esta época se cierra con el fallecimiento de Manolete en la llamada Tragedia de Linares. Surge entonces otra famosa rivalidad que apasiona al mundo taurino, la de Dominguín y Antonio Ordóñez. Toreros como Curro Romero, Paco Camino, El Viti y Diego Puerta, además de la sensación que causó el surgimiento del poco ortodoxo y revolucionario, pero muy triunfador, Manuel Benítez «El Cordobés» hacen de la década de los setenta la de mayor expansión comercial del mundo de los toros. La democracia sigue sentándole bién en los ochenta y noventa a la tauromaquia, que finaliza el siglo con las figuras de Ponce, July y José Tomás como revulsivo del escalafón.

El siglo XXI es bien conocido por todos, han vuelto las persecuciones con la prohibición en Cataluña y los poderes políticos andan a la gresca con la Fiesta de los toros. Los toreros se han reunido hoy con una ministra, ni más ni menos que de Cultura.
¿SON CONSCIENTES DEL PESO QUE TIENEN EN LA HISTORIA DE SU PUEBLO?.

ELLOS DECIDIRÁN SU FUTURO Y EL DE LA TAUROMAQUIA, QUE NO ES POCO.

SUERTE MAESTROS Y AL TORO.

2 comentarios:

Antonio Díaz dijo...

De lo único que son conscientes es del peso que puede perder su bolsillo.

He visto declaraciones en TV, y dan ganas de hacerte antitaurino. No tienen torería ni para expresarse, leyendo esos comunicados como si fueran trabajadores de Telegrafos, diciendo tonterías vacías que no se creen ni ellos, como la frase del July `vamos a dar la vida por La Fiesta (o algo así) ¡Já! ¿Eso que quiere decir? Pura propaganda. Lo que me ha hecho revolverme como un endemoniado del sillón ha sido ver a Cayetano representando -no sé con qué cara- los siglos de tauromaquia que excelentemente resumes arriba.


Ahora, siguen las reuniones, con el PSOE, el Defensor del Pueblo y no se quién más. Pero de reunirse una tarde con Miuras, Pablo Romeros o Cuadris no han dicho nada de nada...



Saludos, un blog extraordinario.

Juan Arolas dijo...

Antonio el espíritu de la entrada es doble. Por un lado, decribir la historia que todos sabemos pero que no se la contamos a todos los que tenemos alrededor por darla por sabido, lo cual es un craso error. La segunda es como bien dices, tirarle un tirón de orejas a los toreros y decirles la responsabilidad que tienen con la historia. Estuve tentado de escribir sobre los que se avecina en un futuro. Y en él no caben Cabreras de Miura, Gallardos de Pablo Romero ni Santacolomas-Urcolas de Cuadri y ni mucho menos estoqueados por figuritas del toreo.
Aprovecho para decirte, que leerte es un analgésico frente a tanta prensa taurina desacreditada.