José Álvarez Pérez, cantaor payo, nació en Alcalá de Guadaíra en el 1887 en el seno de una familia de panaderos conocida como los Curraga. Es uno de esos casos, no muy infrecuente en esto de lo jondo, en que a medida que pasa el tiempo, la obra que nos dejó va ganando valor y un reconocimiento que quizás en vida alcanzó menos. En los largos años de su actividad artística, nunca fue una estrella de relumbrón. Anduvo por las ventas, por los tablaos. En la larga noche de la ópera flamenca defendió su propia integridad artística, despegándose del nivel igualador de aquel movimiento. Desde los cinco años de edad vivió en Sevilla y trabajó como aprendiz en una fábrica de seda. Se inició profesionalmente en unas galas matinales que se celebraban los domingos en el Café Novedades, el célebre café de la calle Santa Engracia. Cantó por primera vez en este lugar en 1903, presentándose en público con el nombre de Niño de Alcalá, actuando junto a las grandes figuras de la época, consecutivamente durante diez meses. Pasó después a los cafés cantantes madrileños, figurando durante seis años en el elenco del Café Magdalena. En los años de posguerra continuó actuando en este tipo de espectáculos y en el colmao madrileño Villa Rosa, paso obligado de todos los artistas y aficionados donde alternó con Fernando el Herrero, Manuel Escacena y Antonio Chacón. En los años 20 grabó sus primeros discos con Ramón Montoya y el Niño Ricardo. En 1954 interviene en la grabación Antología del cante flamenco, editada por Hispavox, de tanta repercusión e importancia en el renacer del arte flamenco. A partir de 1963, tras el cierre de Villa Rosa, intervino en recitales e ilustró conferencias y actuó esporádicamente en el tablao Zambra. El 12 de junio de 1965, ganó el premio del undécimo Concurso Nacional de Cante por Cartageneras. Y en 1967, después de largos años de ausencia, volvió a cantar en su tierra natal, Alcalá de Guadaíra, el día 17 de agosto, en el homenaje a Joaquín el de La Paula, junto a Juan Talega, Antonio Mairena, José Menese, María Vargas, El Perrate y El Platero.
El crítico cordobés Agustín Gómez, dio la mejor calificación que se recuerda de su arte: "Era la ternura del cante, el Azorín de la copla flamenca. Cantaba con la delicadeza de un pájaro y con el sentimiento de un alma en pena. Ni más ni menos: un maestro". Murió cuatro días después que la Niña de los Peines, el día 30 de Noviembre de 1969, fue en Madrid a la edad de 82 años. Se le conoció como Bernardo el de los Lobitos, por interpretar unas bulerías con una letra que había oído a un montañés y de ahí le quedó el nombre artístico con que ha pasado a la historia del cante.
Anoche soñaba yo,
Que los lobitos me comían,
Y eran tus ojitos negros,
Que me miraban y me decían,
Por Dios no me desampares,
Que yo he perdido la calor,
De mi pare y de mi mare.
En la siguiente grabación podemos escuchar dicha letra por bulerías.
El crítico cordobés Agustín Gómez, dio la mejor calificación que se recuerda de su arte: "Era la ternura del cante, el Azorín de la copla flamenca. Cantaba con la delicadeza de un pájaro y con el sentimiento de un alma en pena. Ni más ni menos: un maestro". Murió cuatro días después que la Niña de los Peines, el día 30 de Noviembre de 1969, fue en Madrid a la edad de 82 años. Se le conoció como Bernardo el de los Lobitos, por interpretar unas bulerías con una letra que había oído a un montañés y de ahí le quedó el nombre artístico con que ha pasado a la historia del cante.
Anoche soñaba yo,
Que los lobitos me comían,
Y eran tus ojitos negros,
Que me miraban y me decían,
Por Dios no me desampares,
Que yo he perdido la calor,
De mi pare y de mi mare.
En la siguiente grabación podemos escuchar dicha letra por bulerías.
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