Mañana 9 de septiembre se cumplen cincuenta años de la alternativa de Paula, Rafael de Paula, Rafael Soto Moreno, gitano y torero. Para Fernando, el hijo del Toni, Esteban Rodríguez, Jesús el Gordo y un servidor, todas las máximas figuras del toreo carecían de sentido. No teníamos más que un verdadero mito que casi patológicamente habíamos adoptado: Rafael de Paula. Leíamos todo cuanto podíamos de él en la prensa especializada, así como en los periódicos de tirada diaria. Escuchábamos a banderilleros y aficionados antiguos que lo habían visto torear, como era el caso de Montorito y el juez don Pedro Marroquí. Nos fuimos enterando que de novillero don Juan Belmonte lo llamaba a tentar a su finca de Gómez Cardeña para verle torear, y que en uno de ellos don José María de Cossío lo bautizó con el nombre artístico que lo haría famoso “Rafael de Paula”. Nos llamaba la atención que desde que tomara la alternativa en Ronda de manos de Julio Aparicio y Ordóñez de testigo, hubiese toreado tan poco y siempre en su rincón de Cádiz, alternando tardes sublimes con otras penosas en las que se evidenciaban unas rodillas deterioradas, que hacían que su toreo gravitara sobre unas muñecas cada vez más iluminadas. Nos fascinaba el año 1974, año del nacimiento del Paulismo para toda España, gracias a un quite al toro de Julio Robles en su confirmación en Madrid, ¿cómo podía ser que con un quite por verónicas el aficionado de Madrid saliese hablando de él?, a los pocos meses, en la despedida del maestro don Antonio Bienvenida alternando con Curro Romero, protagonizó su faena mágica de Carabanchel que inspiró a Bergamín su Música Callada del Toreo, convirtiéndolo en uno de los iconos de los intelectuales del momento, ¿qué poder irradiaba su toreo que los seducía a todos cuando estaba en estado de gracia?, preguntas y más preguntas. En nosotros, se agudizó la necesidad de verlo en directo, de poderlo sentir más cerca del papel de las crónicas, y así, en el año 1984 cuatro zagalones que contábamos entre mis 16 y los 20 años de Fernando, nos propusimos la tarea de viajar al corazón de Paula, de Rafael de Paula, de Rafael Soto Moreno; sí, lo teníamos claro, iríamos al mismísimo Jerez de la Frontera. Pero había dos problemas que solventar, por un lado el contar con el visto bueno de los mayores y luego el tema económico. Con paciencia y haciendo mucho la pelota, que todo hay que decirlo, conseguimos que nos dejaran y que nos sufragaran el viaje con unas pesetillas de las antiguas. A partir de ahí, la fecha sería el sábado 19 de mayo, en la que Rafael de Paula haría el paseíllo junto con Paquirri y Paco Ojeda. Yo propuse hablar con mi hermano José, que por aquel entonces tenía una novia sevillana e iba los fines de semana que podía a verla, para que nos llevase hasta Sevilla en su coche y Esteban, le pediría a sus padres que nos dejasen dormir en el piso que tenían en Sevilla, a lo cual accedieron diciéndonos que estábamos “más tontos que unos pirulos”. En la mañana del 19 de mayo nos pusimos en marcha hasta Sevilla y de allí cogimos un autobús hasta nuestra Meca, hasta Jerez. Cuando nos bajamos fuimos como cohetes a la plaza de toros a comprar nuestra entrada y después, nos dirigimos a un supermercado donde nos compramos unos bocadillos de choped y queso, ya que la entrada nos había dejado el bolsillo más pelado que el sobaco de una bailarina. Cuando la hora de la corrida se acercaba empezamos a preguntarnos, ¿valía la pena todo el tinglado que habíamos montado?, ¿y si hoy pegaba el petardo?. Cuando terminó la corrida toda duda se había disipado, nos mirábamos y no hablábamos, simplemente teníamos una sonrisa que delataba nuestro estado. Sabíamos que habíamos sido participes de algo mágico. Toda la plaza se había vuelto literalmente loca, jaleando al artista con palmas por bulerías y Paula, Rafael de Paula, Rafael Soto Moreno, había sido más gitano y torero que nunca, había cortado tres orejas y convertido el arte del toreo en una expresión mágica, que nos robaría el corazón de aficionado para toda la vida. No fue un simple viaje a Jerez de la Frontera, fue un viaje al mismísimo corazón del Paula, Rafael de Paula, Rafael Soto Moreno, gitano y torero.
miércoles, 8 de septiembre de 2010
LUCIÉRNAGAS: VIAJE AL CORAZON DE PAULA
Mañana 9 de septiembre se cumplen cincuenta años de la alternativa de Paula, Rafael de Paula, Rafael Soto Moreno, gitano y torero. Para Fernando, el hijo del Toni, Esteban Rodríguez, Jesús el Gordo y un servidor, todas las máximas figuras del toreo carecían de sentido. No teníamos más que un verdadero mito que casi patológicamente habíamos adoptado: Rafael de Paula. Leíamos todo cuanto podíamos de él en la prensa especializada, así como en los periódicos de tirada diaria. Escuchábamos a banderilleros y aficionados antiguos que lo habían visto torear, como era el caso de Montorito y el juez don Pedro Marroquí. Nos fuimos enterando que de novillero don Juan Belmonte lo llamaba a tentar a su finca de Gómez Cardeña para verle torear, y que en uno de ellos don José María de Cossío lo bautizó con el nombre artístico que lo haría famoso “Rafael de Paula”. Nos llamaba la atención que desde que tomara la alternativa en Ronda de manos de Julio Aparicio y Ordóñez de testigo, hubiese toreado tan poco y siempre en su rincón de Cádiz, alternando tardes sublimes con otras penosas en las que se evidenciaban unas rodillas deterioradas, que hacían que su toreo gravitara sobre unas muñecas cada vez más iluminadas. Nos fascinaba el año 1974, año del nacimiento del Paulismo para toda España, gracias a un quite al toro de Julio Robles en su confirmación en Madrid, ¿cómo podía ser que con un quite por verónicas el aficionado de Madrid saliese hablando de él?, a los pocos meses, en la despedida del maestro don Antonio Bienvenida alternando con Curro Romero, protagonizó su faena mágica de Carabanchel que inspiró a Bergamín su Música Callada del Toreo, convirtiéndolo en uno de los iconos de los intelectuales del momento, ¿qué poder irradiaba su toreo que los seducía a todos cuando estaba en estado de gracia?, preguntas y más preguntas. En nosotros, se agudizó la necesidad de verlo en directo, de poderlo sentir más cerca del papel de las crónicas, y así, en el año 1984 cuatro zagalones que contábamos entre mis 16 y los 20 años de Fernando, nos propusimos la tarea de viajar al corazón de Paula, de Rafael de Paula, de Rafael Soto Moreno; sí, lo teníamos claro, iríamos al mismísimo Jerez de la Frontera. Pero había dos problemas que solventar, por un lado el contar con el visto bueno de los mayores y luego el tema económico. Con paciencia y haciendo mucho la pelota, que todo hay que decirlo, conseguimos que nos dejaran y que nos sufragaran el viaje con unas pesetillas de las antiguas. A partir de ahí, la fecha sería el sábado 19 de mayo, en la que Rafael de Paula haría el paseíllo junto con Paquirri y Paco Ojeda. Yo propuse hablar con mi hermano José, que por aquel entonces tenía una novia sevillana e iba los fines de semana que podía a verla, para que nos llevase hasta Sevilla en su coche y Esteban, le pediría a sus padres que nos dejasen dormir en el piso que tenían en Sevilla, a lo cual accedieron diciéndonos que estábamos “más tontos que unos pirulos”. En la mañana del 19 de mayo nos pusimos en marcha hasta Sevilla y de allí cogimos un autobús hasta nuestra Meca, hasta Jerez. Cuando nos bajamos fuimos como cohetes a la plaza de toros a comprar nuestra entrada y después, nos dirigimos a un supermercado donde nos compramos unos bocadillos de choped y queso, ya que la entrada nos había dejado el bolsillo más pelado que el sobaco de una bailarina. Cuando la hora de la corrida se acercaba empezamos a preguntarnos, ¿valía la pena todo el tinglado que habíamos montado?, ¿y si hoy pegaba el petardo?. Cuando terminó la corrida toda duda se había disipado, nos mirábamos y no hablábamos, simplemente teníamos una sonrisa que delataba nuestro estado. Sabíamos que habíamos sido participes de algo mágico. Toda la plaza se había vuelto literalmente loca, jaleando al artista con palmas por bulerías y Paula, Rafael de Paula, Rafael Soto Moreno, había sido más gitano y torero que nunca, había cortado tres orejas y convertido el arte del toreo en una expresión mágica, que nos robaría el corazón de aficionado para toda la vida. No fue un simple viaje a Jerez de la Frontera, fue un viaje al mismísimo corazón del Paula, Rafael de Paula, Rafael Soto Moreno, gitano y torero.
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