Juan Gómez Hiraldo ha comentado así su personalidad artística: «Tenía El Niño de Barbate un talento innato para la asimilación y el recuerdo de los cantes y los cantaores, y sobre todo, unas dotes extraordinarias, para reproducirlo, y recrearlos en sus menores detalles, en su mínima variedad. Llevaba la voz donde quería. Dominaba algunos palos con una perfección y un conocimiento que los hacía fáciles y asequibles para cualquiera. Tal las soleares, especialmente la soleá apolá con todo su tremendo juego de bajos y altos que él mecía con un inimitable juego de voces y quiebros que llevaba en la masa de la sangre desde siempre. O la galanura de la soleá de Alcalá de Joaquín el de La Paula que colocaba y expandía con los bajos más profundos o con los agudos más brillantes, enlazándolos con la mayor naturalidad y trasportando... ».
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