miércoles, 9 de noviembre de 2011

SANTOS TRINIDAD


"...Y así, cuatro años cargándome con el personaje. Cogí un poco de masa muscular, porque este Trinidad fue un buen policía, pero un buen día se dejó... Y yo, tres meses antes de rodar, empecé a dejarme ir, porque me liberé de otros trabajos y comencé a engordar siete u ocho kilos con hamburguesas y helados. Trabajé los andares de un tipo que se pasa la vida en un bar, porque Trinidad llega a una barra y según lo hace ya se acoda». La tribu urbana de los acodados en los garitos de la noche. José Coronado esculpió libra a libra todo el envoltorio de ese desecho humano, de ese residuo, de la basura, pero lo fundamental tenía que ir por dentro. Y lo borda Coronado: «El abandono, la dejadez de un tío como Santos Trinidad que se odia a sí mismo, que odia al mundo. Lo importante es esa dejadez mental que yo trabajé dos o tres meses antes. Y sí, es cierto que cuando comencé la película —y que a diferencia de otras en las que después de veinticinco años de carrera ya sabes colgar el traje del personaje— con Santos Trinidad era tan delicioso el personaje, tan extremo, tan al límite que no lo quería soltar». Coronado se incardinó a la piel de Trinidad «más que por trabajar con él, por disfrutar con el personaje. ¡A la mierda, a tomar por culo el mundo!... como diría Trinidad. Estuve muy imbuido en él. Y también es cierto que nada más acabar el rodaje lo saqué de un plumazo porque Santos Trinidad es el diablo». El mismísimo demonio, del que no había nada que aprender. «El privilegio del actor es poder enriquecerte de trabajos a la medida en la que tú quieras involucrarte, y eso te llena, pero de Trinidad no había de dónde sacar ni aprender. De Santos Trinidad no había nada que quedarse, era el diablo".

José Coronado

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