martes, 1 de noviembre de 2011
LOS BEATLES EN HISPANIA
por RAQUEL QUÍLEZ
El sol caía a plomo sobre las pistas de Barajas (Madrid) cuando a las 17.40 horas del 1 de julio de 1965 el cuarteto más famoso de todos los tiempos hacía su entrada triunfal en nuestro país. La prensa y el Régimen los recibían de uñas. Tenían miedo de que los 'revolucionarios del flequillo' formaran aglomeraciones, pero, ajenos a cuestiones políticas, John, Paul, Ringo y George venían a disfrutar de tres días de folclore en el que veían como un país de lidia y castañuelas.
La inclusión de España en su gira europea había sido posible gracias a las gestiones del promotor Francisco Bermúdez, representante también de Raphael y responsable de visitas como la de Marlene Dietrich. Fue él quien acordó con Brian Epstein los dos únicos conciertos que dieron en suelo patrio. Lo recuerda José Luis Álvarez, fundador de 'Fonorama' y juez y parte de este acuerdo gracias a un encuentro previo en Sevilla. «Epstein argumentaba que mientras que en Reino Unido se vendían 900.000 copias de sus discos, en España, sólo 3.500, por lo que no iban a ser rentables, pero le expliqué que aquí sólo había registrados 1.500 tocadiscos; 2.000 personas habían comprado el disco sin poder escucharlo», recuerda. Y parece que le convenció.
El Gobierno franquista intentó boicotearles hasta el último momento. «Bermúdez lo tenía todo preparado, pero el permiso del ministro de Gobernación no llegaba. Se concedió con sólo siete días de antelación y las entradas y los carteles estuvieron embargados hasta entonces», cuenta Álvarez. Finalmente, fue la Reina Isabel II quien consiguió el desembarco: les acababa de condecorar como Caballeros de la Orden del Imperio Británico y el Régimen tuvo miedo de que negarles la entrada provocase un conflicto diplomático. Accedió al fin, pero desplegó un enorme dispositivo policial en las inmediaciones de los dos cosos taurinos. «Estábamos rodeados de 'grises', y aunque no pasó nada, sólo su presencia ya te intimidaba», recuerda Julián Hernández, uno de los presentes aquella noche histórica en Las Ventas.
Los de Liverpool venían duchos en grandes baños de masas, en fiestas, en drogas, pero en España corrían tiempos grises. El año había empezado con manifestaciones universitarias por la libertad sindical y la condena a muerte de El Lute. Eran los años del 'baby-boom', de Fraga como ministro de Información y Turismo. A pesar de las fuertes medidas de seguridad, unos 200 fans se colaron en el aeropuerto para recibirles y les arroparon hasta el Cadillac que debía llevarles al Hotel Fénix. A las 20.30 se celebró la rueda de prensa. Según las crónicas, se enfrentaron a preguntas como «¿Tienen asegurado el cabello?» —la respuesta fue «no»— y vivieron después una noche tranquila: estaban en sus suites cuando, pasada la media noche, Manuel Benítez 'El Cordobés' se presentó con un fotógrafo para inmortalizarse con ellos y se quedó con las ganas.
Al día siguiente permanecieron en el hotel hasta que llegó la hora del concierto. No probaron sonido, les presentó Torrebruno y les telonearon Pekenikes, entre otros. «Aparecieron estupendos, muy trajeados. John sacó un sombrero cordobés e hicieron siete u ocho bises, pero la plaza no estaba llena—las entradas costaban entre 75 y 450 pesetas y la policía prohibió entrar a todo aquel sospechoso por su aspecto—», recuerda Julián Hernández. Empezaron con 'Twist and Shout' y acabaron con 'Long Tall Sally' un show que no llegó a la hora y sonó deficiente, algo que no importó a sus fans: «En España lo más roquero que se podía escuchar era a Mike Rios los domingos en el Circo Price. Que vinieran ellos era algo increíble», explica Julián.
Al día siguiente volaron a Barcelona, donde, con los Sírex como invitados estrella, actuaron en La Monumental ante un número mayor de espectadores. Se alojaron en el Avenida Palace, en las habitaciones 109 y 111, de las que tuvieron que sacarles por la entrada de servicio porque la calle estaba colapsada de fans. Los pantalones de Lennon acabaron tan arrugados que Joan Gaspar —familia propietaria del hotel— tuvo que cambiárselos por los suyos antes de empezar el concierto. «Estuvieron muy simpáticos, incluso posaron con los tricornios de la Guardia Civil, algo que nadie se atrevía a hacer en aquella época», recuerdan desde el hotel. Ese concierto ponía fin a su gira europea. Y, esa noche sí, hubo fiesta en las habitaciones, despertando las iras de unos huéspedes a los que poco importaba que el desvelo se lo estuviesen causando The Beatles.
Fue su primera visita a España como grupo, pero ya conocían algunas ciudades. En 1963, Lennon había estado de vacaciones junto a Epstein en Torremolinos, mientras que el resto se calentaba, de forma inadvertida, al sol de Tenerife. Y es que en España hubo un antes y un después de esos conciertos. Antes apenas se les conocía y los medios les demonizaban; después, se empezó a reconocer su talento. Lennon dejó también su rastro en Almería, donde rodó en 1966 'Cómo gané la guerra' y compuso 'Strawberry Fields Forever'. Pero conciertos sólo hubo esos, dos recitales de los que se marcharon cargados de recuerdos: una guitarra clásica y varios ejemplares de 'Toros y toreros', de Picasso y Luis Miguel Dominguín, y la 'Antología del flamenco'. Según el libro 'Ole Beatles', el coste de su visita ascendió a tres millones de pesetas, cifra que supo a poco si se medía en términos de apertura de una España en blanco y negro.
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