Una vez me dijo un buen amigo "mira, cuando se habla hay que procurar que las palabras que se dicen, sean mejores que el silencio que se guarda". Llevo treinta años guardando silencio por esta foto de Francisco Vega de los Reyes, Gitanillo de Triana o Curro Puya, nacido en Sevilla, en la calle Verbena del barrio de Triana (Rodrigo de Triana en la actualidad).
En silencio, he leído sus andanzas como novillero y me he imaginado si esa foto sería de la tarde de los seis novillos de Villamarta, el 7 de julio del 1927 en la Maestranza, en la que sobresalió en un quite a la verónica verdaderamente colosal al segundo novillo.
En silencio, sueño que fue ya de matador de toros en la tarde del 12 de octubre del 1928, en la corrida extraordinaria con motivo de la Fiesta de la Raza con toros de de don Antonio Peñalver, en la que triunfó de manera rotunda y salió a hombros de la plaza.
En silencio, despierto muchas noches sudoroso, porque la foto me persigue y pienso si será del 21 de octubre del mismo 1928 en la corrida a beneficio de la Cruz Roja, en la que con toros de doña Carmen de Federico, realizó una soberbia faena al segundo toro, del que cortó las dos orejas, volviendo a salir a hombros.
La verdad es que me dá igual, yo voy a seguir en silencio otros treinta años más, porque esta vez mis palabras me pueden traicionar...
En silencio, he leído sus andanzas como novillero y me he imaginado si esa foto sería de la tarde de los seis novillos de Villamarta, el 7 de julio del 1927 en la Maestranza, en la que sobresalió en un quite a la verónica verdaderamente colosal al segundo novillo.
En silencio, sueño que fue ya de matador de toros en la tarde del 12 de octubre del 1928, en la corrida extraordinaria con motivo de la Fiesta de la Raza con toros de de don Antonio Peñalver, en la que triunfó de manera rotunda y salió a hombros de la plaza.
En silencio, despierto muchas noches sudoroso, porque la foto me persigue y pienso si será del 21 de octubre del mismo 1928 en la corrida a beneficio de la Cruz Roja, en la que con toros de doña Carmen de Federico, realizó una soberbia faena al segundo toro, del que cortó las dos orejas, volviendo a salir a hombros.
La verdad es que me dá igual, yo voy a seguir en silencio otros treinta años más, porque esta vez mis palabras me pueden traicionar...
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