Los toreros, que en otros tiempos mantuvieron un estatus diferente al del resto de los hombres, han perdido toda su aureola de héroes sagrados. El hombre mundano del siglo XXI, en su día a día ha ido desterrando hasta de su imaginario a los lidiadores. Han sucumbido ante una sociedad que se posiciona del lado del toro. Aquella bestia que en tiempos lejanos representaba el poder y la fiereza, hoy en día representa el animal humillado y ultrajado.
Los toreros de los que se contaban sus hazañas, han ido desapareciendo, siendo reemplazados por toreadores sin ánimo alguno de realizar proezas o gestas.
Han transmutado la esencia del toreo en su puro beneficio, llegando a límites en los que ya nadie cree que lo que hacen es heroico. Mucho deben de cambiar los adocenados hombres que se visten de luces, si quieren recuperar esa posición lograda por los fundadores de tan loable profesión.
El toro debe de recuperar los atributos que lo convirtieron en un animal totémico, frente a aquellos que hoy en día lo han humanizado. Asimismo el torero debe de mentalizarse que la gloria y la distinción con el resto de los mortales, sólo se consigue con un toro que asuste al hombre y no que de pena.
El futuro de la tauromaquia está en sus manos. El tiempo dirá si sembraron el resurgir o el ocaso de su destino.
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