domingo, 25 de noviembre de 2012

LA VERDAD EN IMAGEN...



Morante de la Puebla en México, año 2012.



Guillermo Capetillo en México, año 1994.

JUZGUEN USTEDES MISMOS. MAS VALE UNA IMAGEN QUE MIL PALABRAS.....

viernes, 23 de noviembre de 2012

MIGUEL LAVI

Sí señor. Y eso que eran las siete de la tarde de un día bochornoso en Sevilla, programando un recital de cante sin microfonía de un artista incipiente. Pero aquello se llenó mitad de guiris y mitad de aficionados cabales, que se toparon con uno de los pelotazos del festival. Las cosas del flamenco, las cosas de la Bienal, que programa marginalmente lo que debería ser su seña de identidad: el flamenco de gran tonelaje. 

Miguel Lavi no es que aspire a la pureza, es que es su único vehículo comunicativo. La naturalidad de este joven hace que nos olvidemos de los nuevos cantaores de cartón piedra. Su repertorio fue eminentemente jerezano, rompiendo por tonás, luego por malagueñas de Torre y el Mellizo. Aunque con algunos titubeos, comprobamos que Lavi sabe hablar el cante y no se aparta ni un ápice de lo gitano. Tiene que decidir algunas cosas aún; por ejemplo cómo combinar el matiz y el rajo gitano dentro de la sonoridad de los Moneo y Agujetas, como bien apuntaba el programa de mano.
En la soleá por bulerías despegó definitivamente, y nos reconcilió con Jerez después del pinchazo del Hotel Triana. Qué gusto escuchar a uno que lo lleva dentro, que no va persiguiendo el cante. En este palo dejó algunas muestras personales de gran flamencura, con una voz mitad fragüera y refrescante. A continuación seguiriyas del Marrurro y macho del Planeta, con momentos espeluznantes. Aquí hay un seguiriyero, aunque repetimos que tiene que acabar de encontrarse. Para finalizar unas bulerías de sabor cien por cien Plazuela, con las que nos lo pasamos en grande y además sentimos de nuevo que el cante por fiesta también puede doler, algo que ya quizás sólo encontremos en el barrio de San Miguel.
A la guitarra estuvo un Manuel Parrilla genial, con toda la baraja del toque jerezano y algo más. Desgraciadamente la ausencia de micro hizo que nos perdiéramos algunas de sus falsetas, pero es bello vibrar con la madera.

Por A. Medina

domingo, 18 de noviembre de 2012

MANDA EL CABO

Cuando en un ejército no hay oficiales, ni suboficiales, o paran todos en la cantina, manda el cabo, si hay cabo que quiera mandar. Así ocurre en la torería, donde cada vez abundan más los militares sin graduación. La culpa no es del cabo, naturalmente, sino de la oficialidad acomodaticia con lo que hay. A fin de cuentas el cabo hace lo que puede, y si a fuerza de tesón y pelea alcanza el generalato, ese es su mérito.
El cabo que manda hoy en la fiesta de los toros es Espartaco. Sale Espartaco a la arena y con su férrea voluntad de agradar, sólo con eso, se hace el amo. Pobre fiesta, sin generales ni capitanes, sin sargentos siquiera. Una fiesta que tuvo de todo, hasta papas; un Papa Negro y un Faraón también, en el colmo del lujo; había allí de todo, para dar y tomar: reyes, príncipes, dictadores, mariscales con mando en plaza, y a uno que destacaba por lo recio, le designaron soldado romano. Cada cual imponía su ley, que podía ser el valor, la técnica, el dominio, el arte o la genialidad. Cada cual según su ley, siempre sobre el fundamento de las tauromaquias clásicas, interpretándolas según capacidades y gustos, y con toros.
Ahora a la pobre fiesta ni siquiera le hacen falta toros. Unos por chicos, otros por inválidos, las corridas pueden celebrarse sin toros, ayer por ejemplo. Tampoco le hacen falta tauromaquias clásicas. Espartaco, mandón de la torería actual ayer de nuevo, tiró de un quinto toro aplomadísimo, le corrió la mano al boyante segundo, pegó muchos pases, y sin embargo las esencias de la tauromaquia se le quedaron olvidadas bajo el petate.
Espartaco no se cruzaba nunca con el toro, y aún fuera de cacho hacía la tijera de las piernas al revés, muy atrás y muy escondida la que debía estar delante; no presentaba la muleta plana sino oblicua; venía el pase, lo daba largo, y al remate no había surgido ni el más remoto destello de arte. Tampoco es que lo intentara. Espartaco, cabo de la torería, va a lo suyo, que es resolver por la vía expeditiva el compromiso, realizar la faena en producción seriada, comunicar con el público, contagiarle su entusiasmo. Si con estas virtudes resulta el mandón absoluto del toreo, la culpa es del propio toreo, que está así de mediocre y vacío.
Al puesto del cabo Espartaco aspira Litri (cabo segundo), que seguramente se cree con mejor derecho. Naturalmente tiene que demostrarlo. Lo intentó ayer, gran oportunidad en campo de justas tan singular como es la Maestranza en plena feria de Sevilla, aportando la mejor voluntad y el máximo valor que atesora. Realmente, poco más aportó., Pegaba codillero las veránicas -o las trapaceaba, como en el sexto-, citaba de costadillo, los pitones del toro le sacudían la muleta, reducía a la mitad o menos los tiempos de la suerte, y si había que rectificar la embestida ceñida, pues rectificaba también. Y no pasó nada. Puesto que si el toreo es ahora mediocre y vacío, la sola voluntad de destacar basta, y le aplaudieron mucho por ello.
Entre los cabos había un faraón, y se notó en que les miraba por encima del hombro a través de las lentillas. El faraón pisó solemne el albero, correteó delante de un primer toro que le quería embestir, abombó el pecho y adelantó la muleta delante de otro que no le quería embestir en absoluto. De ninguna manera le quería embestir ese toro, jamás entró en el universo de sus intenciones bovinas. Ahora bien, advirtiendo que el faraón insistía en sus propósitos toricidas, le dio la pataleta y se tiró de rodillas a sus faraónicos pies.
Desde la altura del tendido, a pesar de los prismáticos, era imposible saber qué pensaban el cabo primero y el cabo segundo, pero fue bueno comprobar que no les desmoralizó semejante ejemplo, sobre todo al cabo primero, que tomó el mando y se ganó las aclamaciones del pueblo. El faraón, en cambio, hubo de retirarse entre gritos a sus cuarteles de invierno, donde podrá distraer las largas horas que emplee en el merecido descanso por el esfuerzo realizado, contando batallitas.

Por Joaquín Vidal

sábado, 17 de noviembre de 2012

19 de septiembre de 1982

La corrida de ayer es de las que hacen afición, porque había toros y había toreros. Algunos de estos toreros están a punto de acabarse, o han acabado ya para la profesión, pero la madurez de su técnica y el brillo de su calidad artística se producían en llamativos trazos a lo largo de la lidia. Por añadidura, el mérito lo realzaba el trapío de las reses y su casta desbordante, que llenaban de emoción todos los tercios. Ningún homenaje podría ser mejor que esta fiesta de toros celebrada en plenitud, para la despedida de un torero cabal como es Andrés Vázquez, protagonista de algunos de los mejores momentos de la tauromaquia contemporánea.Andrés Vázquez quizá se ha despedido un poco tarde, porque se le vio sin reflejos para dominar a los toros. Hace unos años, le salen dos ejemplares de clase tan extraordinaria como los que le correspondieron ayer, y arma el alboroto. Con peor género le hemos visto triunfar aquí. Andrés anduvo a la deriva con el capote, y con la muleta, aunque consiguió algunos pases aislados de su sello, sobre todo en la primera faena, no pudo serenar el ánimo. Cuando le cortaron la coleta, el público, puesto en pie, le dedicó una larga ovación, que resumía el reconocimiento a un historial torero limpio, hecho a impulsos de afición, valor, torería y no pocos sufrimientos.
Ha sido Andrés Vázquez uno de los diestros más castigados por los toros y, como símbolo dramático de este infortunio, el destino le hizo una postrer pirueta que pudo ser fatal, pues el último de la tarde le arrolló de mala manera. Curro Vázquez le brindó la muerte de ese toro, en el que nos estaba reservada la fortuna de contemplar una de las faenas más importantes de la temporada. Curro Vázquez, que ya había deleitado en exquisitos lances a la verónica, se centró -más bien deberíamos decir se inspiró- con aquél ejemplar poderoso, y le toreó de primor en series de redondos, todas ellas distintas entre sí, rematadas con variación y gusto, unas veces mediante el pase de pecho de cabeza a rabo, otras con cambios de mano y, en la culminación de su obra, con el dibujo de un trincherazo que hizo saltar al público de sus asientos. También se echó la muleta a la izquierda Curro Vázquez para cuajar unos naturales ayudados, pero el toro se le quedaba corto por ese pitón. No importó, sin embargo, que no pudiera consumar a placer esta suerte, pues el arte ya había sido creado y el triunfo de clamor estaba con él. A hombros salió por la Puerta Grande, y quedó proclamado figura predilecta del público de Madrid.
Su anterior enemigo, de Molero había sido un pregonao que perseguía y arrollaba en oleadas terribles. Lo castigó por bajo y lo mató con brevedad, que era cuanto cabía hacer. Ese Molero fue el garbanzo negro de una corrida que salía espléndida de trapío, fortaleza, casta y bravura. Demasiada corrida para toreros veteranos, cuyas condiciones físicas son limita das, como le ocurre a Manolo Vázquez, el cual se confió poco, y en la faena de muleta al cuarto, nada en absoluto. No obstante dejó la impronta de su calidad fuera de serie en dos torerísimas tandas de redondos y en las verónicas de saludo al cuarto, que le salieron primorosas. Con la espada pasó apuros. Posiblemente no está ya para estos trotes, pero su presencia en los ruedos se agradece por que el arte y la técnica que atesora apenas se encuentran y son de vital importancia para la fiesta. Pronto tendrá que cortarse la coleta y dejará un rico historial y toda una teoría de nostalgias, como ha ocurrido con Andrés Vázquez en su despedida.

Por Joaquín Vidal


martes, 6 de noviembre de 2012

EL RESPETO


El 1 de junio del 2001 se puede definir como la fecha que ha marcado el rumbo de este siglo XXI, del que ya hemos devorado más de una década. Ese día Joselito,  José Tomás y Miguel Abellán se anunciaron con un encierro de Adolfo Martín. Tanto el ganadero, con el encierro que mandó, así como los toreros con sus hechos, desvelaron el camino que la Tauromaquia ha cogido.
Ese día la Tauromaquia pudo haber encauzado su rumbo, de la mano del que todos esperábamos, de José Tomás. Pero sin embargo, el torero de Galapagar fue más humano que nunca y se dejó ganar la pelea por un toro sin ninguna maldad. El mito del hombre del Renacimiento frente al hombre de la Edad Media, no tuvo su paralelismo en la Tauromaquía del recién iniciado siglo XXI, y con el fracaso estrepitoso de aquel día, nos sumergimos de lleno en una nueva Edad Media por la que el toreo divaga actualmente.
Tauromaquia en la que han impuesto un toro de guajira y milonga frente a la siguiriya y el polo flamenco, un toro de ida y vuelta frente a un toro de poder y respeto.
El mismo respeto, que han perdido todos los toreros hoy en día.

domingo, 4 de noviembre de 2012

LA RENDICIÓN DEL G-10


En este lugar "sagrado" 
 donde acude tanta gente, 
hace fuerza el más cobarde
 y se caga el más valiente