En la época mediaval comienza la tradición de correr a los toros para festejar bodas, coronaciones, bautizos, victorias en batallas, homenajes fúnebres, canonización de santos etc... Este entretenimiento, solía ser practicado a caballo por la nobleza e imitado a pie por el pueblo llano. En sitios como en la Plaza Mayor de Valladolid ya a partir de 1619, en la de Madrid o en el parque de Buen Retiro, se solían practicar torneos medievales donde caballeros se enfrentaban entre sí, y más tarde, se soltaban toros que eran alanceados. En estos torneos se valoraba el toreo a caballo, que por definición era como lo realizaban los aristocráticos. La acción auxiliar que podían hacer los plebeyos para llamar la atención al toro, no merecía ninguna mención por parte de los cronistas oficiales. En 1567, el Papa Pio V emitió la bula De Salutatis Gregis Domici, en la cual prohibía los espectáculos taurinos. La Iglesia amenazaba con excomulgar a los que desobedecieran al papa y en no enterrar en tierra sagrada a los que murieran en estas prácticas. Sin embargo, se hizo caso omiso de esta orden papal, y su vigencia duró poco. El Papa sucesor, Gregorio XIII, con la bula Nuper Siquidem, en 1575, consentía de nuevo correr a los toros, ya que según le había informado el rey Felipe II, correr a los toros era muy beneficioso para sus reinos. En 1700, llegó a España la dinastía borbónica, con el rey Felipe V. El motivo de su llegada, se «festejó» corriendo a varios toros. Procedente de una corte parisina mucho más avanzada y refinada que la castellana, consideró el espectáculo una fiesta de mal gusto, que sólo daba mal ejemplo al pueblo. La nobleza castellana pudo acceder a unos nuevos usos y costumbres traídos por Felipe V, y de esta manera, los nobles abandonaron el toreo, considerado una costumbre castiza y medieval, y adoptó un comportamiento aburguesado y más refinado.
Entonces, la plebe continuó la fiesta a su manera, casi siempre sin caballos, ya que resultaba un animal demasiado costoso para esas gentes. A partir de este momento empezó a configurarse el toreo como hoy lo conocemos, en que el protagonista es un hombre que torea a pie. Aunque la dinastía real intentó terminar con estas prácticas, tuvo que ceder y permitirlas debido al fuerte arraigo entre los españoles. Es durante el reinado de Carlos III (1759-1788) cuando se empiezan a construir las plazas de toros. El inventor de la corrida moderna fue Joaquín Rodríguez Costillares (1743-1800), empleado del matadero de Sevilla, como toda su familia. Organizó las cuadrillas de toreros, los tercios de la lidia, el toreo de capa y la verónica, mejoró el uso de la muleta e inventó el volapié. El primer tratado de tauromaquia fue escrito en 1796, por José Delgado Guerra "Pepe Hillo", un discípulo de Costillares. Cuando llega el siglo XIX, los toreros son famosos entre el pueblo y son recibidos en las cortes del rey como héroes. El rey Fernando VII abrió las escuelas de tauromaquia, desde donde se promocionó la tauromaquia que hoy conocemos.
En el siglo XX, en la década de 1910 a 1920 se desarrolla la llamada Época Dorada de la tauromaquia, protagonizada por la rivalidad profesional entre Juan Belmonte y José Gómez (conocido como «Gallito» o «Joselito»), que inauguraron el camino hacia el toreo moderno. Así mismo un 5 de julio de 1928 se estrenaron los petos de los caballos, fue en Santander durante la Feria de Santiago. La colocación de una defensa para los jamelgos utilizados para picar a los toros fue impuesta por el general Primo de Rivera. En 1927 se hicieron pruebas en algunas plazas del país y en el 1928 se estrenó en todos los cosos. En 1831 se generalizó su uso. Posteriormente a la Guerra Civil Española se produce un auge en el mundo taurino, especialmente gracias al surgimiento de la figura de Manolete, si bien esta época se cierra con el fallecimiento de Manolete en la llamada Tragedia de Linares. Surge entonces otra famosa rivalidad que apasiona al mundo taurino, la de Dominguín y Antonio Ordóñez. Toreros como Curro Romero, Paco Camino, El Viti y Diego Puerta, además de la sensación que causó el surgimiento del poco ortodoxo y revolucionario, pero muy triunfador, Manuel Benítez «El Cordobés» hacen de la década de los setenta la de mayor expansión comercial del mundo de los toros. La democracia sigue sentándole bién en los ochenta y noventa a la tauromaquia, que finaliza el siglo con las figuras de Ponce, July y José Tomás como revulsivo del escalafón.
El siglo XXI es bien conocido por todos, han vuelto las persecuciones con la prohibición en Cataluña y los poderes políticos andan a la gresca con la Fiesta de los toros. Los toreros se han reunido hoy con una ministra, ni más ni menos que de Cultura.
¿SON CONSCIENTES DEL PESO QUE TIENEN EN LA HISTORIA DE SU PUEBLO?.
ELLOS DECIDIRÁN SU FUTURO Y EL DE LA TAUROMAQUIA, QUE NO ES POCO.
SUERTE MAESTROS Y AL TORO.