viernes, 23 de noviembre de 2012

MIGUEL LAVI

Sí señor. Y eso que eran las siete de la tarde de un día bochornoso en Sevilla, programando un recital de cante sin microfonía de un artista incipiente. Pero aquello se llenó mitad de guiris y mitad de aficionados cabales, que se toparon con uno de los pelotazos del festival. Las cosas del flamenco, las cosas de la Bienal, que programa marginalmente lo que debería ser su seña de identidad: el flamenco de gran tonelaje. 

Miguel Lavi no es que aspire a la pureza, es que es su único vehículo comunicativo. La naturalidad de este joven hace que nos olvidemos de los nuevos cantaores de cartón piedra. Su repertorio fue eminentemente jerezano, rompiendo por tonás, luego por malagueñas de Torre y el Mellizo. Aunque con algunos titubeos, comprobamos que Lavi sabe hablar el cante y no se aparta ni un ápice de lo gitano. Tiene que decidir algunas cosas aún; por ejemplo cómo combinar el matiz y el rajo gitano dentro de la sonoridad de los Moneo y Agujetas, como bien apuntaba el programa de mano.
En la soleá por bulerías despegó definitivamente, y nos reconcilió con Jerez después del pinchazo del Hotel Triana. Qué gusto escuchar a uno que lo lleva dentro, que no va persiguiendo el cante. En este palo dejó algunas muestras personales de gran flamencura, con una voz mitad fragüera y refrescante. A continuación seguiriyas del Marrurro y macho del Planeta, con momentos espeluznantes. Aquí hay un seguiriyero, aunque repetimos que tiene que acabar de encontrarse. Para finalizar unas bulerías de sabor cien por cien Plazuela, con las que nos lo pasamos en grande y además sentimos de nuevo que el cante por fiesta también puede doler, algo que ya quizás sólo encontremos en el barrio de San Miguel.
A la guitarra estuvo un Manuel Parrilla genial, con toda la baraja del toque jerezano y algo más. Desgraciadamente la ausencia de micro hizo que nos perdiéramos algunas de sus falsetas, pero es bello vibrar con la madera.

Por A. Medina

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