Lo del sábado en Granada fue esperpéntico. La corrida de Zalduendo no fue de toros de lidia, sino de becerros infames lisiados. Enrique Ponce desarrolló una afectación en los pases que daba como si de danza se tratara. Morante de la Puebla, al que mi querido amigo Alfredo me invitó a ver como si fuera la reencarnación del Gallo, estuvo corriendo detrás de un toro durante toda la faena del quinto y Cayetano se hinchó de pegar trapazos a sus becerros.
Y para cerrar el circulo de la adoración al becerro de oro, en RNE escucho por parte del corresponsal de turno, que si lo de Morante lo hace en Madrid, hubiese sido el desideratum. ¿Pero hombre, usted se cree que en Madrid se va a permitir ver correr detrás de un manso bobo a un torero?.
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