El pasado sábado en Mancha Real cantó Fernando de la Morena, el cual posee ese "puntito" que le hace ser distinto, diferente y a la par, respetuoso con sus orígenes jerezanos. Brindó un recital que, como acostumbra, inició con la trilla en pie y sin acompañamiento. Ese casi pregón que habla de labores del campo no es cosa banal y menos ante una afición que la siguió con un silencio casi sepulcral. Tomó entonces la guitarra asiento y Fernando Moreno le fue trazando el camino del cante. "¿Un poquito por soleá?". El cantaor afirma y la sonanta cae a tierra buscando la idónea sonoridad jerezana. Dice una veterana bailaora que "la soleá es la pena que ya se ha digerido". Y así sonó la del cantaor, con el dramatismo justo, con aire y con gravedad, manando lentamente. Los fandangos son esa retahíla de filosofía popular que Fernando de la Morena casi dice más que canta, encabalgando los versos y aludiendo al desamor con golpes al aire de mano abierta, "el tiempo cambia a cualquiera", sentencia y en el remate, un cariñoso guiño a su amigo Perico Sevilla "con un tomate na más". Pero no hay modo de eludir la seguiriya, la pena en estado puro que se habla desde dentro. El cantaor no tiene más que dejarse llevar, abrirse de brazos y de garganta, y sumar intensidad. Pero el dolor pasa corriendo. Llega la bulería. Soniquete en la guitarra y una irrefrenable energía en la voz. "Qué ganas tengo que llegue el mes de los caracoles". En el patio de butacas, los cuerpos se menean solos. Y esa guitarra que lanza cañonazos, que se toma la libertad de volar sin dejar nunca de hacer pie. El público entiende... sólo ha de dejarse llevar.
Aunque no es de Mancha Real, os dejo este fandango como muestra del cante de Fernando de la Morena:
1 comentario:
Cuánto arte reunido en una noche mágica.
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